
La Plaza Pringles se convirtió en el núcleo administrativo, financiero y comercial de la antigua ciudad puntana.
Al igual que en la actualidad, la plaza fue escenario de numerosos actos sociales, y en ella se realizaba la famosa vuelta al perro. Esta consistía en dar vueltas por el círculo interior de la plaza y también por el cuadrado de la manzana.
Esto era común a la salida de misa de la Iglesia Catedral y permitía hacer sociales con las demás personas de la ciudad. Los jóvenes aprovechaban para conquistar a las señoritas.
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